El Festival de Woodstock fue un evento musical realizado en Bethel, un pequeño pueblo del estado de Nueva York, en los Estados Unidos. Este festival de rock fue concebido por cuatro jóvenes que querían invertir su dinero en un gran evento. Cuando esos cuatro productores y promotores musicales de Nueva York se propusieron organizar un festival de verano a principios de 1969, las premisas eran las de un evento como muchos otros, en un momento en el que la música rock y el movimiento hippy se estaban extendiendo entre los jóvenes estadounidenses. El 15 de agosto, cuando comenzó oficialmente la «Exposición de Acuario: 3 días de paz y música» en la ciudad de Bethel, Nueva York, rápidamente nos dimos cuenta de que algo trascendental estaba sucediendo.
El festival de Woodstock, como recordamos hoy el fin de semana más famoso en la historia de la música rock, había atraído a lo que parecían ser cerca de medio millón de personas, sumiendo a todo un condado en el caos. Tomó su nombre del nombre de la empresa que lo organizaba, y que originalmente planeó abrir un estudio en la ciudad del mismo nombre, que en realidad está a unos cien kilómetros de Bethel. Empezó hace exactamente 50 años, finalizando dos días y medio después con el mítico concierto de Jimi Hendrix, que tocó el lunes por la mañana ante las pocas decenas de miles de personas que habían resistido hasta entonces en ese suelo transformado mientras tanto en una especie de campo de batalla, similar a los de la guerra que se libraba a casi 10 mil kilómetros de distancia, en Vietnam.
La idea de Woodstock se les ocurrió a Michael Lang, Artie Kornfeld, Joel Rosenman y John P. Robert, cuatro productores, promotores y empresarios de Nueva York que tardaron un tiempo en ponerse de acuerdo sobre lo que realmente querían organizar. La idea, sin embargo, nunca fue organizar el festival de música más grande que se haya visto en Estados Unidos, sino seguir el modelo de muchos otros eventos de rock que se habían organizado el verano anterior, para ganar dinero. Al principio, incluso tuvieron problemas para fichar a artistas de primer nivel, hasta que Creedence Clearwater Revival aceptó su oferta de $10,000, allanando el camino para una lista repleta de estrellas de la época.
Encontrar el lugar para el evento tampoco fue nada fácil. La búsqueda se concentró de inmediato en la zona noroeste de Nueva York, pero los vecinos y terratenientes locales de las zonas relevadas resistieron en cuanto entendieron lo que planeaban los organizadores. Hasta que conocieron a Max Yasgur, propietario de una gran finca, republicano acérrimo y partidario de la guerra de Vietnam, pero que pensó que el festival podía ayudar a su negocio. Por lo tanto, accedió a albergar el evento en su terreno de aproximadamente 2,5 kilómetros cuadrados. No habría más de 50.000 participantes, le aseguraron los organizadores.
Esta estimación fue desmentida rápidamente, cuando las entradas salieron a la venta: solo un puñado de tiendas de discos en Nueva York las tenían, o se podían pedir por correo en una oficina de correos específica en Manhattan. Cuestan $ 18 por los tres días, una cantidad considerable en ese momento, no muy lejos del equivalente a las entradas para los principales festivales de varios días de la actualidad. Se vendieron 168.000 y se calculó que llegarían a las puertas 200.000.
En la mañana del 15 de agosto quedó claro que no era así. The New York Times relató que el único reportero enviado para cubrir el evento esperaba «otro gran festival», pero una vez que llegó allí se encontró en medio de un enorme atasco de tráfico, rodeado de decenas y decenas de miles de jóvenes. dejando sus autos donde pudieron y acudiendo en masa a los terrenos del concierto. Alguien llamó al redactor jefe del diario rogándole que enviara más gente: «esta noticia es mucho más grande de lo que piensa el Times «.
Las autoridades comenzaron a emitir anuncios alarmistas en la radio para desalentar a las personas que aún tenían que viajar, y en parte lo lograron. Los organizadores abandonaron rápidamente la idea de pedir 24 dólares por las entradas a quienes no lo hubieran hecho con antelación: Woodstock se convirtió en un festival gratuito.
El primer concierto comenzó a las 5:07 p. m. del viernes y fue presentado por el cantautor Richie Heavens, que se trasladó a la apertura después de que la policía detuviera a la banda de Sweetwater y otros artistas quedaran atrapados en el tráfico. Sobre las diez de la mañana empezaron las primeras lluvias, mientras los artistas se sucedían hasta el gran broche de oro de la velada con el concierto de Joan Baez, embarazada de seis meses. Al día siguiente actuó un jovencísimo Carlos Santana a las dos de la tarde, con su banda del mismo nombre, y esa noche le siguieron algunas de las bandas más grandes de los sesenta, desde Canned Heat hasta Grateful Dead pasando por Creedence Clearwater Revival. . Durante la noche tocaron Janis Joplin, luego Sly and the Family Stone, The Who y finalmente, a las 8 de la mañana del domingo, el Jefferson Airplane.
Mientras tanto, el paisaje a su alrededor era surrealista. Se habían acumulado entre 400 y 500 mil personas, en un contexto preparado para acoger a menos de la mitad. Pero la organización consiguió improvisar una infraestructura que al fin y al cabo era funcional, a pesar de las previsibles pésimas condiciones higiénicas y de seguridad. Había carpas de enfermería abarrotadas, poca comida subida en helicóptero, mucho barro de las lluvias y un prodigioso sistema de sonido que se ha convertido en leyenda, lo que permitió al fin y al cabo disfrutar del concierto a la mayoría de los espectadores. . Entre concierto y otro, las columnas de altavoces retransmitían los anuncios de personas que habían perdido a sus amigos, y los constantes llamamientos desesperados a respetar unas medidas mínimas de seguridad.
El domingo por la mañana, el gobernador del estado de Nueva York, Nelson Godfeller, llamó a los organizadores y dijo que había decidido enviar 10.000 miembros de la Guardia Nacional al sitio, pero fue disuadido en el último momento. Esa tarde comenzó la última sesión de conciertos, inaugurada por Joe Cocker y seguida por Ten Years After, The Band, Johnny Winter, Crosby, Stills, Nash & Young hasta la gran final, a las 9 de la mañana del lunes ante apenas 30.000 personas. El concierto de Jimi Hendrix, vestido con una chaqueta blanca con flecos y una diadema, se convirtió en el más famoso de todos, entrando en la historia de la música y la cultura popular del siglo XX. En particular por la famosa versión del himno estadounidense interpretada con guitarra eléctrica, imitando los sonidos de las bombas lanzadas sobre Vietnam.
Al final del festival hubo dos muertes, una por sobredosis y otra por ser aplastado accidentalmente por un tractor. Unas 4.000 personas fueron tratadas por lesiones, enfermedades o problemas con el alcohol y las drogas. Hubo al menos un nacimiento, junto con algunos abortos espontáneos. Cuando se entendió el tamaño y el alcance del festival, también surgieron los artistas que habían rechazado la invitación, desde Bob Dylan hasta Simon & Garfunkel, Led Zeppelin y The Byrds. Los organizadores estuvieron a punto de quebrar, pero lo compensaron con creces gracias al éxito de la película que se estrenó al año siguiente con imágenes de los conciertos, dirigida por Michael Wadleigh y que sigue siendo uno de los documentales más famosos de los años sesenta.
